martes, 15 de enero de 2008

Azar

Están los que improvisan y los que planifican. Los que improvisan se lanzan a cualquier empresa de la noche a la mañana, a tontas y a locas, a la que te criaste. Toman todas las decisiones sobre la marcha, enfrentan los problemas con la inspiración del momento y van adelante a pura guapeza, a pura pasión. Hasta que se va todo a la puta que lo parió, y si te he visto no me acuerdo. Y si alguna vez les sale algo bien, es por casualidad.

Los que planifican, en cambio, piensan todo de antemano. Estudian, investigan, se informan, imaginan distintas alternativas, prevén lo imprevisto, tienen plan B, plan C y hasta plan D. Los problemas que surgen nunca les son completamente inesperados o desconocidos. Enfrentan las dificultades con la experiencia y los conocimientos adquiridos, y van adelante pura guapeza, a pura pasión. Hasta que se va todo a la puta que lo parió, y si te he visto no me acuerdo. Y si alguna vez les sale algo bien, es por casualidad.

Ejemplos hay miles. Colón, por caso. De no haber sido que sus mapas tenían un continente de menos, se hubiera perdido irremediablemente en el mar. O Rudolf Diesel, que por poco no vuela en pedazos probando su primer motor. O Alexander Fleming, que no hubiera descubierto la penicilina de haber tenido un laboratorio limpio.

Y no pregunten si son ejemplos del primer caso o del segundo. Da lo mismo.

Ese es el asunto: da lo mismo.