viernes, 21 de noviembre de 2008

Deberías saber...

...a esta altura (y en verdad no veo la necesidad de tener que ser tan indecorosamente explícito), que te quise y que te quiero, y que has sido, y eres todavía, la persona que más angustias y alegrías me ha procurado a lo largo de mis días, y que seguirás haciéndolo, sin duda, en lo que queda de esta vida de mierda que me ha tocado vivir, como a todos nos toca.

Hay una hora de la tarde en que parece...

Hay momentos de transparencia.

Hay una puerta estrecha y alta, un tilo y una vereda muy oscura. Hay un banco de una escuela que no es la mía. Hay una rambla, una puerta baja y una vereda de baldosas rotas.

Hay una madrugada de octubre. Hay una esquina mágica, vulgar.

Hay una hora de la tarde en el bar, cuando la oscuridad empieza a ganar las calles y las almas. Hay una hora de la madrugada en verano, cuando la noche se detiene y entre los dos queda solamente su silencio transparente.

Entonces parece que va a decir algo. Parece que la luna y el perfume y la mañana. Parece que vamos a decir algo. Parece que el ave y la ternura y la semana.

Nunca lo decimos, o lo decimos infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero parece imposible, o indecible, o impensable.

Nunca. Y piensa y miro y sonríe y entristezco. Y pienso y calla y escucho y ensombrece. E insistimos y esperamos y nos levantamos y recomenzamos.

Infinitamente.