viernes, 12 de diciembre de 2008

No entiendo...

...por qué sigo o seguimos escribiendo tantas palabras distintas, tantas metáforas, tantas imágenes ingeniosas o ridículas, tanta sílaba vocal consonante o disonante, si al final y al principio, por todos lados, en la playa y en el páramo, en la montaña y en el barro, con luna que calla o no, en el romántico altillo vacío o en el indescriptible sótano más vacío todavía, decimos una y otra vez, hasta la desesperación, hasta el hartazgo, todo el tiempo siempre la misma, única, idéntica, imposible cosa.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Deberías saber...

...a esta altura (y en verdad no veo la necesidad de tener que ser tan indecorosamente explícito), que te quise y que te quiero, y que has sido, y eres todavía, la persona que más angustias y alegrías me ha procurado a lo largo de mis días, y que seguirás haciéndolo, sin duda, en lo que queda de esta vida de mierda que me ha tocado vivir, como a todos nos toca.

Hay una hora de la tarde en que parece...

Hay momentos de transparencia.

Hay una puerta estrecha y alta, un tilo y una vereda muy oscura. Hay un banco de una escuela que no es la mía. Hay una rambla, una puerta baja y una vereda de baldosas rotas.

Hay una madrugada de octubre. Hay una esquina mágica, vulgar.

Hay una hora de la tarde en el bar, cuando la oscuridad empieza a ganar las calles y las almas. Hay una hora de la madrugada en verano, cuando la noche se detiene y entre los dos queda solamente su silencio transparente.

Entonces parece que va a decir algo. Parece que la luna y el perfume y la mañana. Parece que vamos a decir algo. Parece que el ave y la ternura y la semana.

Nunca lo decimos, o lo decimos infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero parece imposible, o indecible, o impensable.

Nunca. Y piensa y miro y sonríe y entristezco. Y pienso y calla y escucho y ensombrece. E insistimos y esperamos y nos levantamos y recomenzamos.

Infinitamente.

lunes, 27 de octubre de 2008

Optimismo

- Che, acá dice que el optimismo es bueno para la salud.
- ¿Qué, es antioxidante? ¿O ayuda con el tránsito lento?
- No, en serio. Hay un estudio que dice que los optimistas viven entre siete y diez años más que los pesimistas.
- ¡Que se jodan por pelotudos!

lunes, 25 de agosto de 2008

La luz que nos desnuda y nos asiste

No lo creíamos posible. No lo queríamos posible.

Lo deséabamos, pero apenas como idea, como mero fantasma: la solipsista proyección de nuestra soledad. ¿Acaso tenía su rostro una forma, sus ojos un color?

Pero ahora es idea y materia, real por sí mismo. Y está frente a nosotros. ¿Qué haremos con este príncipe azul de pantalón corto y medias a rayas, con esta princesa que ronca?

Serenamente hila, devana, crea lazos (y el color del trigo). Y nosotros: gratitud y espanto. Porque nos da y nos pide tanto todo el tiempo. Porque entrega y exige. Porque contesta y pregunta. Porque abriga y desnuda.

No podríamos cortar el tenue lazo, ni quisiéramos. No nos atrevemos a estrecharlo, ni sabríamos.

Es inútil negarnos o desconocernos. Simplemente seguiremos contemplando (desde adentro) la trama del tapiz que tranquilamente teje, indiferente ante nuestra preocupación por el desvergonzado derroche de rosas y de guitarras...

jueves, 3 de julio de 2008

No te conoce el toro ni la higuera

Pero yo te conozco, o te conocí. ¿Por qué no alcanza con eso?

Aunque, en cierto modo, alcanza.

jueves, 19 de junio de 2008

Todo el insomnio y todo el día

Toda la soledad. Todo el secreto.
Todo el silencio y la agonía.
Toda esa inútil rebeldía
(aquel mar turbulento y ahora quieto).

Un nombre que fue cielo y es arena.
Todo el cansancio acumulado.
Y todo indistintamente iluminado
por el sol vago, por esa luna ajena.

viernes, 23 de mayo de 2008

Volver en bondi es la que queda

Volver: eso quisieras. Pero no se desandan los pasos que hemos dado. Hoy, cuando llegues a casa, entrarás y no entrarás (entraré y no entraré) a la casa que dejaste.

¿Cansancio? Mucho más que las leguas recorridas, las leguas que nos esperan cansan. Porque es cierto: hemos logrado multiplicar en ellas aquellos símbolos desgarradores (esa rosa, esa guitarra).

Caminar, fatigar. ¿Tendrá sentido este derroche? ¿Estará mal pagar sosiego con olvido?

Pero podemos perdonarnos el fracaso, no la indiferencia o la cobardía. Tendremos que seguir. Mientras nos quede algo de razón, algo de locura...

lunes, 5 de mayo de 2008

Te puede matar una guitarra

¿Qué no podrán hacerte entonces un recuerdo, un verso, una mirada?

Sangre, no jugo de tomate: no es gratis el privilegio de ser más que piedra, más que gusano.

Pero aún así: ¡no caigas en la tentación de metamorfosear en cucaracha!

viernes, 18 de abril de 2008

Aviso a los idealistas

Desconfiad de la revolución que no llora.

lunes, 14 de abril de 2008

Hombres de la llanura

La llanura, de tan simple, de tan igual, acaba siendo difícil de explicar. Lirismos tan diversos como los de José Larralde y Oliverio Girondo coinciden en llamarla cielo. Y en verdad, no se puede ser más explícito que eso. Pero un cielo bajo los propios pies no tiene sentido, y la explicación acaba sin explicar nada.

Y sin embargo, la llanura es cielo. Es por eso que los hombres de la llanura no creen en los límites. No los entienden, no los ven llegar. Los finales los sorprenden siempre, como nocturnos jinetes de caballos negros. Allí, la propia finitud no alcanza a verse, eclipsada por aquel paisaje infinito, y así los proyectos de estos varones y estas mujeres son siempre ambiciosos, exagerados, superiores a sus fuerzas. Tienden a la desmesura, porque no tienen contra qué medirse como no sea la desmesura misma de esa llanura sin escala. Y (es lógico) la infinitud del espacio acaba sugiriendo la infinitud del tiempo, y de lo eterno a lo inmutable hay un solo paso. De modo que a los habitantes de la llanura les cuesta un Perú darse cuenta de que las cosas nunca son de una manera, sino que están de una manera: los peores discípulos de Heráclito que se puedan imaginar (fatigaría tanto el viejo filósofo, tratando de adoctrinar a estas gentes refractarias a las ideas de final y de cambio, que lo veríamos en innumerables atardeceres idénticos, agotado y sudoroso, acudir a bañarse y no bañarse en su famoso río).

Por otro lado, los varones y mujeres de esas llanuras en las que las distancias se miden en horas de auto (en sudores de caballo, como quiere Adán Buenosayres), están mejor preparados para comprender la inutilidad de los viajes. Moverse durante horas para encontrar siempre cielo sobre cielo, siempre los mismos yuyos y los mismos montecitos sedientos, les enseña a buscar las diferencias por otro lado. Y no conciben, entonces, que sólo por moverse uno, puedan cambiar la soledad, el encuentro, la angustia, la esperanza, la injusticia, lo absurdo, las pocas verdades que al final perduran: los peores turistas que se puedan imaginar.

Y si bien es cierto que algunos de ellos agotan sus energías en estériles correrías y vanos trayectos, los más despiertos tienden a una quietud objetable quizás, pero que sin duda conviene a conciencias encandiladas de infinito. En oriental paradoja, los espíritus mejor preparados para el cambio superador rechazan intentarlo, ignorantes de su posibilidad o convencidos de su inutilidad: los peores líderes que se puedan imaginar.

Ignorantes de la finitud, confundidos acerca del movimiento, ¿les cabe alguna esperanza? Tal vez, la del comienzo después del final, la de la partida después de la renuncia a los viajes, la de la insistencia en la desmesura después de la cruel victoria de lo finito. Porque eso sí: si después haber andado leguas al ñudo, si después de haberse estrellado contra límites brutales, si después de haber sufrido finales como puñaladas, si finalmente, cascoteados y carcomidos y cansados, a pesar de todo y contra todo, parten: agarrate Catalina. Llevan rumbo de horizonte.

martes, 15 de enero de 2008

Azar

Están los que improvisan y los que planifican. Los que improvisan se lanzan a cualquier empresa de la noche a la mañana, a tontas y a locas, a la que te criaste. Toman todas las decisiones sobre la marcha, enfrentan los problemas con la inspiración del momento y van adelante a pura guapeza, a pura pasión. Hasta que se va todo a la puta que lo parió, y si te he visto no me acuerdo. Y si alguna vez les sale algo bien, es por casualidad.

Los que planifican, en cambio, piensan todo de antemano. Estudian, investigan, se informan, imaginan distintas alternativas, prevén lo imprevisto, tienen plan B, plan C y hasta plan D. Los problemas que surgen nunca les son completamente inesperados o desconocidos. Enfrentan las dificultades con la experiencia y los conocimientos adquiridos, y van adelante pura guapeza, a pura pasión. Hasta que se va todo a la puta que lo parió, y si te he visto no me acuerdo. Y si alguna vez les sale algo bien, es por casualidad.

Ejemplos hay miles. Colón, por caso. De no haber sido que sus mapas tenían un continente de menos, se hubiera perdido irremediablemente en el mar. O Rudolf Diesel, que por poco no vuela en pedazos probando su primer motor. O Alexander Fleming, que no hubiera descubierto la penicilina de haber tenido un laboratorio limpio.

Y no pregunten si son ejemplos del primer caso o del segundo. Da lo mismo.

Ese es el asunto: da lo mismo.