domingo, 26 de abril de 2015

Tic-tac R.I.P.

Hace no tanto, el tic-tac de los relojes mecánicos acompañaba casi todo el tiempo.  También nos acompañaba a nosotros, claro, pero no había casi tiempo sin tic-tac.  Desde el tic-tac acompasado de los péndulos avanzando a paso de hombre hasta los suaves pasos de hormiga de los relojes pulsera, pasando por el enloquecedor galope de los despertadores.  Desde mi cama de niño incluso podía escuchar el péndulo de torsión de un reloj de madera (réplica ornamental de un modelo de antaño, de una sola aguja) partiendo el tiempo de las noches largas con sus pausados hachazos.

Pero desde la consabida irrupción del cuarzo asiático (que hizo tambalear a los gigantes hijos de Wilhelm Tell) los tic-tacs se han ido silenciando paulatinamente, y el tiempo es nuevamente capaz de transcurrir en silencio.

El tiempo pasó de medirse en lunas y fogatas a medirse con sombras, gotas de agua y granos de arena.  Y luego, con agujas y engranajes sonoros.  Si ese cambio lo deshumanizó y mecanizó, al menos lo hizo concreto y palpable, casi material: caminaba con nosotros hacia adelante, hacia el fondo al que todos caminamos.  Ahora corre otra vez silencioso, pero no es arcaico.  Se ha convertido en un fluido fantasmal que se manifiesta en heladas fosforescencias y mudos puntitos que aparecen y desaparecen.

Ahora que las parcas han dejado de tejer y cortar hilos y han pasado a ser espectrales banqueros que acreditan y debitan (mediante transferencias electrónicas) de la cuenta de nuestra vida, ¿es de extrañar que el tiempo se nos haya vuelto hostil y que la muerte nos aparezca más inhumana, ajena y traicionera?

2 comentarios:

tambien lorena dijo...

A la flauta... Terrícola atento, siempre.

terricola dijo...

Gracias TL, Ud. también.